Por Emma/Pato Che
Después del cardíaco cruce a Texas, apretamos a fondo el acelerador (unos vertiginosos 80 km/h), para huir lo más pronto posible de la zona fronteriza. El crepúsculo nos sorprendió en un área de descanso de la Highway I35, en los alrededores de San Antonio, donde pasamos nuestra primera noche en territorio estadounidense.
El goteo del techo de Adelita marca la hora de levantarse. Afuera ya no hay cactus, sahuaros o mezquites, sino un mar de cemento, interrumpido cada tanto por los Love’s Travel Centers y gasolineras de las marcas más variadas. Un triste espejo del futuro que le espera a México, gracias a la recién aprobada reforma energética.
La mañana lluviosa le da un aspecto aún más gris a esta tierra de gigantes petroleros y lo único que queremos es seguir hasta Houston, sin atravesar el caótico tráfico de San Antonio.
Sin embargo, una parada a regañadientes en Mac Donald’s, para conectarnos a internet, cambiaría nuestro destino y nos recordaría que el mejor plan es no tener ninguno.
Feliz coincidencia
–¿Ustedes son los de la hippie-van? –pregunta una voz chicana*. Es un tipo corpulento, de barba larga y pañoleta en la cabeza. Su nombre es Adolfo y es originario de Piedras Negras, pero hace más de treinta años que sus padres lo trajeron a San Antonio.
–Sí, amigo –responde el Pato Che, mientras bebe un café “de a dólar”.
–¿Cuánto tiempo van a estar por acá? Es que me metí a su página web y creo que no se pueden ir de San Antonio sin conocer la organización en la que trabaja mi hermana.
Cuando nos explica el trabajo que hace Esperanza Peace & Justice Center, ni lo dudamos. Horas más tarde, ya estamos a las puertas de esta ONG que busca reivindicar los derechos de las mujeres y de la comunidad mexicana-estadounidense, a través del arte y la cultura.
Su misión: construir puentes entre personas y organizaciones para impulsar el intercambio de ideas, la educación y el empoderamiento ciudadano. Para lograrlo, brinda información y organiza debates y exposiciones en torno problemáticas laborales, medioambientales, de preservación de la cultura latina y de diversidad de género, entre otras.
En su sede de San Pedro Avenue, nos recibe Susana, la hermana de “Fito”, quien luce una blusa con bordados indígenas y una radiante sonrisa. En un abrir y cerrar de ojos, nos consigue alojamiento y programa todo lo necesario para una serie de entrevistas.
Construyendo sueños
“Esto comenzó como un sueño de mucha gente, pero especialmente de mujeres que nos sentíamos excluidas. Había grupos de derechos humanos, de derechos civiles, pero estaban conformados solo por hombres. No incluían a las mujeres, ni a la comunidad gay, que en ese momento estábamos borrados de la política”, cuenta Graciela Sánchez, fundadora y directora de Esperanza Peace & Justice Center.
“Esperanza se funda en 1987, en medio de una política nacional enfocada en asuntos domésticos, pues atravesábamos por las guerrillas centroamericanas y toda la locura que ocurría en México. Queríamos un espacio para la comunicación muy necesario en esta ciudad súper conservadora y militarizada. Siendo hijas de San Antonio, no queríamos salir a San Francisco o a Nueva York para hacer el trabajo político que podíamos y teníamos el derecho de hacer”, dice Graciela, orgullosa de sus orígenes.
“Hemos sobrevivido 26 años, incluso cuando nos despojaron de nuestro primer edificio y llevamos a la Ciudad a la corte. Y después de todo este tiempo, seguimos trabajando para tener impacto en nuestros jóvenes, a quienes la TV y escuelas educan de manera racista, homofóbica y clasista (…) lo único que están aprendiendo es a odiarnos entre nosotros (…) Queremos ayudarles a que logren su autoconocimiento: quiénes son, de dónde vienen y su capacidad para hacer el cambio que tanto necesitamos”, concluye.
Doble moral
“La cosa está curiosa aquí en San Antonio –narra Susana, quien funge como organizadora comunitaria de Esperanza–, a la gente no se le considera mexicana, pero tampoco americana. Tenemos una historia de represión, que comenzó con la colonización europea, pasó por la anexión de gran parte del norte de México a Estados Unidos y aún no termina.
“Lo podemos ver al observar nuestro San Antonio, segregado en razas, clases y colores. En los 40’s, cuando empezaron los proyectos de desarrollo urbano, mandaron a los mexicanos al lado Oeste, a los negros al Este y así empezó la segregación. Hoy las diferencias las puedes ver en los supermercados, que aun siendo de las mismas cadenas no ofertan los mismos productos en las zonas ricas y pobres”, señala.
“Podría pensarse que por ser una población grande de habla hispana, los latinos vivimos muy bien, pero estamos hostigados y trabajamos en malas condiciones. El Álamo, por ejemplo, es un ícono de la ciudad, pero los texanos están cambiando la historia, diciendo al turismo que ganaron los texanos, vendiendo esa idea de colonialismo.
“Ellos dicen que San Antonio es as close as you can get to Mexico without drinking the water (lo más cerca que puedes acercarte a México sin beber su agua), pues aquí la gente de orígenes latinos es la que le sirve a los turistas, la que les cocina, les limpia (…) Solo que no somos mexicanos, realmente. Somos mexico-americanos. Están tratando de borrar nuestra cultura”.
Otro de los inconvenientes, apunta Segura, es que están empezando a demoler lugares históricos de la cultura latina, como el Lerma’s Night Club, donde nació la música chicana.
Por eso, “tratamos de combatir por muchos frentes: desde educar para la salud y la justicia social y hacerlos ver cuál es la realidad”, sostiene.
“A mucha gente le preguntas si hay racismo y discriminación y contestan que no, pero todos los días vemos gente que trabaja muy duro y gana poco, que tiene diabetes y problemas de salud a causa de cómo se alimenta. Pero la gente piensa que todo está bien, que tenemos agua limpia. No ven cómo las compañías que hacen fracking están contaminando nuestro acuífero. No ven los derechos de la madre tierra como algo importante”, enfatiza.
La fiebre del shale
“Tenemos mucha contaminación por el fracking. Hay compañías grandes como Valero y Tesoro que están localizadas aquí en San Antonio”, cuenta Marisol Cortez, colaboradora de la asociación y coordinadora del programa escolar “Puentes de Poder”.
“Estamos en un condado al norte de la Cuenca de Eagle Ford y nuestro acuífero Edwards está en peligro de ser contaminado, porque el agua tratada para el fracking se está regresando al acuífero. Además, sus reservas se están agotando. El problema que nosotros visibilizamos y que expusimos en la exhibición ‘Frackaso’ es el daño que están sufriendo las comunidades aledañas a Eagle Ford.
“Eagle Ford no será directamente nuestro patio trasero, pero está afectando nuestra calidad de aire y las carreteras se están resquebrajando por el tráfico pesado de las compañías. Ellas no pagan por esos daños, están haciendo muchísimas ganancias a costa de los impuestos que pagamos los ciudadanos.
“Es una situación donde muy poca gente que tiene derechos territoriales está saliendo beneficiada. Las comunidades más vulnerables y pobres realmente no están recibiendo ningún beneficio. Las están echando de sus tierras para dárselas a las compañías petroleras, pero ellas solo estarán el tiempo que sigan teniendo ganancias, después se irán, dejando daños irreversibles.
“En San Antonio ha empezado un movimiento anti fracking del que Esperanza forma parte, en defensa del medio ambiente. Nos organizamos desde del arte y la creatividad. Con ‘Frackaso’ reunimos historias de personas afectadas que no tienen cabida en otros lugares: las de los mexicanos e indigenous folks y black folks que viven en comunidades remotas.
“Creo que de eso se trata nuestra aportación, nuestro proceso como Esperanza, de crear esos lazos que antes no existían, de crear empatía a través de la información, para nosotros eso ya es un triunfo”, concluye.
La epidemia en camino
Se calcula que a diez años que comenzara la fiebre del gas shale en Texas y su extracción por medio del método de la fractura hidráculica, el 80% de los pozos están en declive.
Las compañías que ya no generan ganancias en territorio estadounidense están mirando ahora al norte mexicano, impulsadas por la reforma energética.
Las regiones Carbonífera y Norte de Coahuila, territorios de las tribus Kikapú y los Negros Mascogos, son las que se verían más afectadas, pues forman parte de las cuencas Sabinas y Burgos, que concentran el 40% de las reservas prospectivas de hidrocarburos no convencionales en México.
El gobierno de Coahuila promueve el fracking como la solución a los estragos económicos ocasionados por el gobierno anterior, cuyos funcionarios asaltaron las arcas estatales e invirtieron lo robado aquí, en San Antonio, donde se los juzga por lavado de dinero.
Pero hasta ahora, ninguna autoridad ha reconocido el ecocidio que representaría el fracking para un estado que tiene mantos acuíferos en su cenit. Texas es un ejemplo de lo que podría suceder, a mediano plazo, en el norte de México.
El poder del arte
Además del activismo político (mítines, debates, marchas, boicots y campañas de donación) para luchar contra medidas que afectan a las comunidades más vulnerables de San Antonio, Esperanza ha apostado al arte y la cultura como herramienta de cambio.
Cada año organiza el Peace Market, un mercado al aire libre que ofrece artesanías y productos de calidad, hechos por indígenas de todo el continente. También es sede de exhibiciones de obras plásticas, proyecciones cinematográficas y conciertos, con el fin de promover a artistas latinos y recaudar fondos para quienes más lo necesitan.
–¿Crees que un mundo mejor es posible? –, le preguntamos a Graciela, quien se queda un momento pensando.
– Claro. Pero necesitamos unir fuerzas para hacerlo posible y dejar de pensar en “mi” mundo para pensar en “nuestro mundo”.
Y eso es justamente lo que hace Esperanza: unir a más personas en una lucha social que no conoce fronteras.
Para saber más sobre la amenaza del fracking, da click aquí.
Para conocer el trabajo de Esperanza Peace & Justice Center, visita su sitio web o su página de Facebook.
La foto de portada y algunos de los pósters incluidos en esta crónica son parte del increíble trabajo artístico de (in)documentación que realiza: Rommy Torrico.
*chicano: persona cuyos padres son de México y su hijo de Estados Unidos. El término se emplea coloquialmente para referirse a los mexicano-estadounidenses.
Gracias a:
A Adolfo Segura, “Fito”, por creer en nuestra labor y ser el contacto de esta maravillosa experiencia.
A Graciela Sánchez, Susana Segura, Marisol Cortez, Itza Carvajal, Saakred, Rachel Hinojosa y todo el equipo de Esperanza Peace & Justice Center por la labor importante que realizan en favor de la comunidad latina.
que bonito tributo al trabajo de esperanza…solo un detalle se puede cambiar. donde dice «a los mexicanos al lado Este, a los negros al Oeste»…ala mejor lo dije alrevez y lo publicaron pero es los mexicanos al OESTE y los negros al ESTE
gracias…lo voy a compartir con los compañeros del feisbuk : )
Listo, Susana, ¡se movió la brújula! Gracias a ustedes por un trabajo tan inspirador… Saludos de todo el equipo de Polo a Polo.